En cualquier caso, yo no estoy hoy aquí para valorar si podremos celebrar o no la Navidad, sino más bien para hablaros de un tema que me preocupa y que es recurrente todas las Navidades, y en general, en todas las épocas en las que por una razón u otra, nos meten en la cabeza que hay que hacer regalos. LAS COMPRAS.
Chica, que locura 😥. Yo hace muchos años que no subo al centro de Madrid desde el mismo puente de diciembre, porque de verdad que es imposible. No digo estar en el centro, sino literalmente "subir", por eso lo pongo en negrita.
El año que tomé esa decisión, fue porque el atasco que había en la carretera para entrar a Madrid era tan, tan, tan grande, que decidimos darnos la vuelta y volver a casa. Era eso, o pasar el día metidos dentro del coche escuchando bocinazos.
La magia de la Navidad en Madrid también es eso 😜.
Así que a mí no me pillan en otra. Y eso sin contar con que si finalmente llegas al ansiado centro y sus luces navideñas, la cantidad de gente que hay, madrileños y turistas a los que ya se les ha pasado la madrileñofobia por cierto, pues directamente es que no ves el suelo según vas andando. Tienes que confiar en que, debajo de esa marabunta de gente, hay algo que te sostiene.
No exagero. O igual sí, pero así es como yo lo vivo. A mí me encanta Madrid en Agosto, así que os podéis imaginar mi experiencia en el centro de Madrid un día como hoy. Afortunadamente, al no tener hijos, no tengo a nadie poniéndome ojitos para ir a ver Cortylandia 🤪
No es que sea yo muy fan de la Navidad. Cuando era pequeña sí me gustaba, y mucho. Pero poco a poco, al ir cumpliendo años, he visto como la diversión y la alegría, se iban convirtiendo en compromisos, eventos y comidas varias, de las cuales me apetecían una o dos de ellas. El resto, cruzaba los dedos para ver si se cancelaban. Nunca pasaba. Y yo pensaba: ¿Qué 🥝 hago yo aquí, mientras está mi perra sola en casa 🤔? Me quiero ir."
Pero muy navideña yo, y comprometida con la sociedad y con el papel que me tocaba cumplir, pues estaba, me divertía, o lo intentaba, y me marchaba a casa cuando tocaba. Hace un par de años que me dejo llevar por lo que realmente me apetece hacer, y os lo recomiendo a tod@s. Es super liberador.
Aquí algunos ejemplos de esas cosas que me hacen feliz en Navidad ⬇️⬇️⬇️⬇️
El caso, es que de un tiempo para acá, también he revisado un poco el tema del consumismo. ¿De verdad hace falta tanto? Yo estoy casi segura de que no. Y no digo que no gastemos, ni que no regalemos.
Pero, ¿somos conscientes de lo que hay detrás de todo ese consumismo? ¿La cantidad de contaminación que hay detrás de todas esas compras? Desde la fabricación del producto, pasando por el transporte de quien lo distribuye, hasta el transporte de quien lo compra. Es demasiado.
Sé que no se puede ser doña perfecta en este mundo ni doña principios constantemente, pero cada cosa, por pequeña que sea, cuenta. Y cuenta mucho. Ya no solo por el impacto al medioambiente, sino por el impacto que genera tu conducta a las personas que tienes alrededor. Podemos hacer regalos de otra manera, regala experiencias, regala momentos, regala bienestar, regala solidaridad, regala suscripciones a revistas o a podcast. Hay muchas cosas que se pueden hacer. Es cuestión de buscar y echarle imaginación. Porque además, no sé vosotr@s, pero yo en la foto de abajo, no veo felicidad por ningún sitio.
Una vez llegados a este punto, y después de animarte a que vivas la Navidad como te parezca más oportuno, aún a riesgo de parecer una tía rara, aguafiestas, o lo que sea que piense todo el mundo que sabe que no como uvas en Nochevieja porque simplemente no son de temporada, he venido aquí hoy a pedirte, que bajo ningún concepto, ninguno, nada que pueda pasarte por esa cabeza que ya no sabe qué regalar, se te ocurra regalar un animal.
Por supuesto no lo compres. Estarás hart@ de oír y leer lo de #adoptaNOcompres, y si estás aquí casi seguro que eres de l@s nuestr@s, pero me refiero a regalar un animal a alguien, sin que esa persona lo sepa.
Yo sé, que la estampa es magia pura, y que el momentazo para Instagram, de la cara de la persona que recibe al cachorrito con lazo, es memorable. Pero, además de recordarte que no regalas un cachorro, sino un perro, o un gato, en definitiva un animal, un ser vivo, que se hará grande, y que tampoco es un juguete. Yo lo comparo siempre con una cosa. Es como si alguien decide, sin preguntarte, que te va a buscar una pareja, te la trae a casa el día de Reyes sin avisar y te dice que será tu pareja para siempre. Hasta que la muerte os separe. Marronaco, ¿verdad?
Quizá yo no quería pareja, o quizá más adelante, pero no ahora. Y sobre todo, a lo mejor esa pareja no es la adecuada para mí. Es algo muy personal y una gran responsabilidad. La persona que adopta un animal debe ser quien elija quién y cuándo.
No tú, con toda tu buena intención, seguro, de salvar la vida de un animal y de alegrarle la vida a esa persona.
Pero de verdad. Dejemos que cada uno elija a su pareja. No emparejemos de más ❤️🩹, si no queremos que nadie acabe como en este vídeo.